viernes, 25 de octubre de 2013

En un bosquejo la madre. V. El saqueo del templo.



Escena de la guerra de Troya.
Cassandra se aferra a la Xoanon, la imagen de culto de madera de Atenea,
mientras que  Ajax el Menor la arrastra a su nueva condición de esclava. Fresco en Pompeya.

Y enterrado, en la  ceniza del devenir histórico, terminó el matriarcado.
Los pueblos Indoeuropeos se extendían por Europa, Mesopotamia, Anatolia y la India; también los semíticos por Oriente próximo. Dominaban la metalurgia, primero el bronce, luego el hierro, y su habilidad para fundir armas solo era comparable con la despiadada crueldad con que expandían sus fronteras. A caballo, al que domaron desde el 6.000 a.C., asolaban las comunidades agrícolas, en actos de rapiña y pillaje. Asesinando y sometiendo a servidumbre a las comunidades conquistadas.


El rapto de las sabinas. P. Picasso.

"Hacia finales de la Edad del Bronce y, de modo más intenso, en los albores de la Edad del Hierro (C. 1250 a. C. en el Próximo Oriente), la antigua cosmología y las mitologías de la diosa madre fueron transformadas, reinterpretadas y, en gran medida, hasta suprimidas de forma radical por aquellos guerreros patriarcales tribales, inesperados intrusos, cuyas tradiciones nos han llegado principalmente a través del Antiguo y Nuevo Testamento y de los mitos de Grecia.
Dos matrices geográficas extensas fueron las tierras de origen de estas oleadas de guerreros insurgentes: para los semitas, los desiertos sirio árabes, donde, como nómadas errantes, pastoreaban rebaños de cabras y ovejas y más larde dominaron al camello; y, para las estirpes heleno-arias, las extensas planicies de Europa y del sur de Rusia, donde apacentaban sus manadas de ganado y donde pronto domesticaron al caballo."
                                                                                  Joseph Campbell. Mitología Occidental

Aquiles, héroe griego,  asesinando a un prisionero troyano. Cerámica griega, recreando una escena de la Iliada.




"La destrucción efectuada en la cultura de la vieja Europa por las tribus de los kurganes es el mismo tipo de conmoción que parece producirse en el Próximo Oriente ya en el quinto milenio a. C. Desde el cuarto milenio a. C. en adelante, las tribus indoeuropeas se adentran mediante la fuerza, y cada vez en mayor número, en Mesopotamia, Anatolia y las tierras que se prolongan hacia el este hasta el valle del Indo. Al mismo tiempo, las tribus semitas se trasladan a Mesopotamia y a Canaán desde los desiertos siroárabes. Los descendientes de los viejos cazadores paleolíticos, en sus tribales tierras originales de las vastas y verdes estepas del norte de los mares Negro y Caspio, se han convertido ahora en guerreros. Podemos trazar sus rutas de conquista a medida que aparecen como hititas en Anatolia y Siria; mitanios, hurritas y casitas en Mesopotamia; aqueos, y después dorios, en Grecia; y arios en el valle del Indo. Dondequiera que penetrasen se establecíeron como la casta dominante, y su aparición queda marcada por la estela de devastación que van dejando a su paso: sólo en Anatolia se saquearon y quemaron unas 300 ciudades, Troya entre ellas (c. 2300 a. C), y el mismo sistema se repitió desde Grecia hasta el valle del Indo. Existe escaso rastro del mito de la diosa que mitigue la barbarie de este comportamiento, o que reúna las partes con el todo. Más bien, el todo está violentamente fragmentado y las partes se colocan en oposición la una con la otra, una situación de conflicto que ha perdurado hasta el día de hoy. El eco de la mitología de la guerra, que escuchamos en el Mahabharata, en la Ilíada, y en el Antiguo Testamento, proviene de esas migraciones de la Edad del Bronce."
A. Baring y J. Cashford, "El mito de la diosa"

Escena bélica. Cerámica griega.

"Los arios eran predominantemente una sociedad de luchadores: " Eran polígamos, patriarcales, orgullosos de sus genealogías, sucios, duros y habitaban en tiendas". Apacentaban ganado, cabalgaban sobre caballos y, en torno al 2000-1750 a. c., inventaron la rueda de radios y los carros ligeros. Enterraban a sus líderes tribales bajo un  montículo junto con sus ayudantes y caballos, sacrificados, como los kurganes habían hecho antes que ellos. Rendían culto a los dioses del cielo, particularmente a los dioses del relámpago, de la tormenta, del viento, del sol y del fuego. Sus tradiciones mitológicas se transmitían oralmente, pues un rasgo característico de su cultura en el que ponían gran énfasis era la prohibición de la escritura.
Ensalzaron al guerrero por encima incluso del sacerdote que celebraba sus rituales de sacrificio donde la víctima principal fue el caballo. Un escriba sumerio, alrededor del 2100 a. c., podría estar describiéndolos al mencionar la devastación efectuada por "una hueste cuya arremetida era como un huracán, un pueblo que jamás había conocido una ciudad". La vista de estos hombres unidos a sus caballos debió de haber aterrorizado a la gente sobre la que se lanzaban, dando lugar tal vez a la imagen del centauro u hombre a caballo."
                                                                          A. Baring y J. Cashford, "El mito de la diosa"

Los esclavos que trabajaban en una mina. Pintura sobre tabla de terracota de Corinto del siglo V antes de Cristo. JC.

Y estos caballeros, con el tiempo, se fueron asentando y tomaron posesión de las tierras conquistadas. Y tomaron  posesión poseyendo a la Diosa. Y así, los vencidos, ahora esclavos de las nuevas aristocracias, amasaron con lágrimas y miseria, la argamasa que sostiene los Imperios que forjan los inicios del llamado Periodo Histórico.


Bajorrelieve Asirio.

 "No metas cambio Silario
que está el jefe por ahí

- ¿Porqué está de jefe?

- Porque va a caballo

- ¿Porqué va a caballo?

- Porque no se baja
- ¿Porqué no se baja?
- Porque vale mucho
- ¿Y cómo lo sabe?
- Porque está muy claro
- ¿Porqué está tan claro?
- Porque está de jefe
Eso mismo fue
lo que yo le pregunté
- ¿Porqué está de jefe? 
                                                                                                           Círculos viciosos. Chicho Sánchez Ferlosio

"Los dioses de los semitas habitaban en las nubes y sobre las cumbres de las montañas y arrojaban truenos. como los dioses de los arios. Mas también poseían en gran medida el carácter de dioses tribales, protegiendo cada uno a un grupo tribal concreto y, más tarde, a una ciudad.
Ambos pueblos invasores introdujeron la idea de una oposición entre los poderes de la luz y de la oscuridad, imponiendo esta polaridad sobre la perspectiva más antigua en la que el todo contenía a las dos, luz y oscuridad, en una relación siempre fluctuante.
En sendas mitologías hay evidencia de una desacralización de la naturaleza y de la vida humana, que contrasta de forma llamativa con la actitud del granjero neolítico, que vivía en estrecha proximidad con la tierra y las leyes rítmicas de la diosa en tanto que inmanentes a toda forma de vida. La creencia en la separación absoluta entre la humanidad y la deidad es contraria a la visión del agricultor neolítico, y tampoco es típica de Sumer, por lo que podemos preguntarnos, ¿qué es lo que provocó su existencia?
¿Fue la dureza de la existencia en el desierto y en las estepas lo que indujo a las tribus nómadas el sentimiento de que la humanidad estaba condenada a estar enfrentada a los poderes de la naturaleza y a ser siempre derrotada por ellos? La perspectiva vital semita ganó supremacía en Mesopotamia a medida que las tribus del desierto se establecieron en el norte de Sumer y alcanzaron el dominio político también sobre el sur. Trajeron a la literatura de la Edad del Bronce un sentido profundo de la futilidad de la vida, del carácter definitivo de la muerte, y una convicción fundamental de la culpabilidad humana."
                                                                  A. Baring y J. Cashford, "El mito de la diosa"

Marduk asesina a la diosa Tiamet, la diosa creadora matriarcal.

"Como consecuencia de las invasiones arias y semíticas, las actitudes ante la vida y la muerte se alteraron radicalmente, en tanto que se sentía que no se podía confiar en la vida, y la muerte violenta se convirtió en la norma antes que en la excepción. Así, una relación con la naturaleza de muchos miles de años de antigüedad sufrió una conmoción, al dejar de sentirse la gente segura en sus aldeas y buscar refugio primero en pequeñas ciudades y luego en grandes ciudades cercadas con muros inmensos. Un nuevo grupo social, el de los guerreros, hizo su aparición. y el anterior grupo de granjeros, se convirtió en poco más que en siervos". 
                                                                      A. Baring y J. Cashford, "El mito de la diosa"

El rapto de las sabinas.


"Ahora está perfectamente claro que antes de la violenta irrupción acaecida en la Edad de Bronce tardía y la Edad de Hierro temprana, en los viejos lugares de culto del mundo antiguo, por parte de los nómadas ganaderos por el norte y, por el Sur, por los semitas pastores de ovejas y cabras, había prevalecido en ese mundo una visión de la naturaleza y de las necesidades de la vida esencialmente orgánica, vegetal y no heroica que resultaba completamente repugnante para aquellos bravos para quienes la lanza de combate y el pillaje, y no la paciente labor de la tierra, eran fuentes de riqueza y gozo.
En los anteriores mitos y ritos de la madre se rendía homenaje conjuntamente y por igual a los aspectos más luminosos y más oscuros de la variada realidad que es la vida, mientras que en los mitos patriarcales posteriores, orientados al varón, cuanto es bueno y noble se atribuía a los nuevos y heroicos dioses, ahora convertidos en amos, dejándose a los poderes originales de la naturaleza únicamente el carácter de oscuridad, a lo que se añadió ahora un juicio moral negativo. Pues, como demuestra una evidencia de magnitud considerable, los órdenes social y mítico de las dos formas de vida opuestas eran antagónicos. Donde se había venerado a la diosa como dadora y sustentadora de la vida, además de como devoradora de muertos, se había concedido a las mujeres, en tanto que sus representantes, una posición soberana en la sociedad y en el culto. A este tipo de orden de costumbre cultual y social bajo dominación femenina se le denomina, de modo amplio y general, el orden del derecho de madre. Y en oposición al mismo, sin cuartel, se halla el orden del patriarcado, con un ardor de recta elocuencia y una furia de fuego y espada.                                   
                        Joseph Campbell. Mitología Occidental

Guerreros griegos. Anfora en el  M. del Louvre.

"Estos cambios políticos se reflejaron en la posición cambiante de ciertas diosas y en la posición de la mujer. Parece que en la antigua Sumer, al iguaI que en el antiguo Egipto y en Creta, las mujeres tenían una función pública en la sociedad, especialmente las sacerdotisas. Eran propietarias, llevaban a cabo negocios y transacciones, y sus intereses estaban protegidos por los tribunales de justicia. Hermanas y hermanos heredaban en los mismos términos de la hacienda familiar. Las hijas que se casaban llevaban una dote con ellas, que guardaban en caso de divorcio. En Sumer, la posición de las mujeres se deterioró en los siglos posteriores al 2.300 a. C.  Aunque aún tenían propiedades, habían de consultar con sus maridos antes de comprar o vender nada. Al mismo tiempo que se producían estos cambios, las deidades femeninas del panteón sumerio también perdieron la posición que ostentaban antes. Además de esto, en el norte acadio de Sumer, que más adelante sería conocido como Babilonia, las tribus semíticas veían a las mujeres como posesiones del hombre. Padres y maridos reclamaban la potestad de mantener o quitar la vida a sus hijas y esposas. Los varones heredaban de sus padres, mientras que las hijas no recibían nada y hasta podían ser vendidas como esclavas por padres y hermanos. El nacimiento de un hijo varón se recibía como una bendición, mientras que una hija podía ser abandonada a la muerte. A pesar de que el estado semítico de Babilonia ratificase, en el famoso código de Hanmurabi (1800 a. C.), las primeras leyes sumerias en relación con el lugar de la mujer, se produce un marcado deterioro tras el tercer milenio a. C., que manifiesta la afirmación de la actitud semita sobre la actitud sumeria. A ello le dieron mayor ímpetu las costumbres de los pueblos arios, que carecían de sacerdotisas y trataban a las mujeres como sirvientas o bienes muebles".
                                                                       A. Baring y J. Cashford, "El mito de la diosa"

El mundo helénico no fue más favorable para la mujer. En Atenas, cuna de la democracia y modelo de orden civilizado (?)  la mujer  no recibía la educación de que gozaban sus hermanos y su dieta habitual era un tercio de la dieta de un varón. Los matrimonios eran acuerdos familiares y la voluntad de la niña desposada no era tenida en cuenta. Ellas, con 13 o 15 años, dejaban los juegos de la infancia para compartir el lecho nupcial con su esposo, de 35 años; edad en que  los varones habían cumplido  sus compromisos con la Polis. El día de la boda era, para  ellas, un día de separación y pesar; el día más amargo de sus cortas vidas.


Lapidación de una mujer acusada de adulterio. Afganistan.

"El carácter general de la mitología cambia a medida que tanto diosas como dioses se contagian
de la ética guerrera, ratificando las acciones bárbaras de unos reyes cuyas ambiciones territoriales los arrastran aún más a la compulsión de la conquista y a esc1avizar a otros pueblos. M. Eliade escribe que ahora «la persecución y matanza de un animal salvaje se convierte en el modelo mitico para la conquista de un territorio y de la fundación de un estado".
Las migraciones tribales cambiaron el carácter de la Edad del Bronce temprana y tuvieron un efecto duradero en la evolución de la consciencia de las civilizaciones que vinieron a continuación. Su legado pervive en actitudes dominantes y estructuras de respuesta ante la vida que no han sido cuestionadas, y que tienen todavía hoy una influencia controladora de la psique. En tanto que esto constituyó un cambio profundo a peor, resulta esencial distinguir entre la visión y los valores de las tribus arias y semitas, y los de aquellos pueblos que habían sido agricultores asentados durante miles de años, en apariencia de forma más o menos pacífica. Nada menos que nuestra visión de la naturaleza humana está en juego. ¿Hemos de atender a los valores de estas tribus nómadas como específicos de su propia experiencia de la vida, o como representativos de toda la raza humana? Si tomamos la ética de conquista que trajeron consigo como un rasgo propio de una consciencia tribal específica, entonces no es necesario generalizar esta visión de la vida, concluyendo que la naturaleza humana es innatamente agresiva y combativa.
Como herederos de ambas experiencias, la del Neolítico y la de la Edad del Bronce tenemos dos "almas históricas" dentro de nosotros, una con la visión de la vida que prevaleció antes de la Edad del Bronce, y la otra, fraguada en el crisol de aquella edad aterradora. Es posible que hayamos aceptado, de forma acrítica que sólo una de esas visiones es intrínseca a la naturaleza humana - el paradigma de "los vencedores" - antes que preguntarnos si fue algo que nos fue impuesto hace tanto tiempo que ahora parece natural."
                                                                           A. Baring y J. Cashford, "El mito de la diosa"


Fotograma de la película "Ciudad de vida y muerte"

Palacio de Sennacherib en Nineveh, destrucción de una ciudad. Bajorrelieve asirio

Guerra Civil española. Madrid. Niñas protegiéndose de los bombardeos


























Este artículo, de corta y pega, esta extraído en gran parte del Cap. 4 de
"El Mito de la diosa"  
de Anne Baring y Jules Cashford. 
Ediciones Siruela.
Fondo de Cultura Económica. 2005.


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