viernes, 9 de agosto de 2013

En un bosquejo, la Madre. II Neolítico

Samarra.
Cucuteni. 
Chipre.


La cultura neolítica es continuadora de la tradición paleolítica.

Chipre.
Nos explica la arqueóloga Marija Gimbutas en “El lenguaje de la Diosa” y “Diosas y Dioses de la Vieja Europa” que, en la Vieja Europa en el periodo por ella estudiado, del 7.000 al 3.000 a.C., son frecuentes los restos arqueológicos de útiles de trabajo, enseres domésticos, adornos, abalorios, decoraciones de  alegres colores, figurillas y máscaras religiosas; y por el contrario, apenas ha hallado útiles bélicos, lo que parece describir unas sociedades fructíferas, cultas, abiertas al comercio y a los intercambios culturales y no belicosas ni guerrera. Según la autora la cúspide creativa de este periodo la encontraríamos en la rica y hermosa cultura Minoica y  afirma, por los vestigios hallados, que la cultura Neolítica, agrícola y alfarera, era Matriarcal. El maestro Joseph Campbell, en las “Máscaras de Dios” o  Anne Baring y Jules Casfhord en “El mito de la diosa”, entre otros, también describen el neolítico como la era de la Diosa.

Decíamos que el tránsito entre el Paleolítico y el Neolítico no supone una ruptura cultural, sino una nueva mirada cimentada sobre los 20.000- 30.000 años previos. Cambian paulatinamente las formas de vida, se pasa de una sociedad cazadora recolectora a una sociedad agrícola y alfarera.

Ahora, la Diosa, es la Señora de las aguas celestiales, de las subterráneas y de  las fuentes y ríos. La Diosa de los tres niveles de la existencia.

Madre Osa. Vinca
Y es la Señora del Cereal. Diosa Tierra, generadora de cosechas y vida.
Siempre madre fructífera, gestante y de parto.
Y su Hijo: el fruto de la tierra, la espiga, el alimento. 
Y su Hijo: todos los hijos de su vientre, también nosotros.

La Diosa es la Luna y como la vida, como la rueda, en permanente cambio y siempre presente.

Luz en el misterio, en los nocturnos ritos extáticos, luz de madre que ahuyenta los miedos.
Y su Hijo: el Toro, coronado con el creciente lunar.

La Madre Luna regula las mareas, las menstruaciones, los partos. Diosa de las aguas y maestra de los ciclos, nos enseña a adaptarnos a los cambios.

 Es la que “es” y es la que “no es”, la Señora de la vida y de la muerte.  

Madre Tierra que nos acoge en su seno, finalizado nuestro tránsito por este valle de vivencias.

La Diosa es lo sagrado inmanente.  
Su Hijo, el Niño Divino, lo manifiesto sagrado. 

Todo proviene de ella, cosechas, árboles, bosques, humanos y bestias. Todo es su fruto y todo es “Hijo de la Vida”. 

Son frecuentes las representaciones de la Vulva, con forma almendrada o como un triángulo invertido, iconografía que aún perdura en la India y se remonta al paleolítico. 

Cibeles. Catal Hüyük. Museo Civilizaciones Turcas. Ankara.
Y son frecuentes las figurillas de la Diosa gestante o de Parto, como las figuras halladas en Tesalia en Grecia, Medvednjak  en la antigua Yugoslavia o en Hagar Qim en Malta.
La representación más antigua, conocida, de la Diosa Cibeles, la que milenios después será la “Magna Mater” romana, es una figura de la “Diosa Entronizada”, protegida por dos leones (epifanías de la diosa) y pariendo al Niño Divino. Çatal HüyüK, Anatolia (Turquia) 6.000 a.C.

Antiguos vasos rituales de Anatolia y Europa presentan forma de cérvido. El ciervo, al perder la cornamenta en invierno y recuperarla en primavera, además de la forma ramificada de su astas, es la metáfora perfecta de los ciclos vegetales, epifanía de la Naturaleza como Diosa Madre.

También la Osa, representada con el cachorro en sus brazos o a su espalda, como aún algunos pueblos portan a sus niños, es epifanía de la Diosa Madre. Se han hallado figurillas, de la cultura Vinca, en la antigua Yugoslavia y también en Dinamarca, entre otros.

Diosa Tierra, Luna, Madre Osa o Ciervo, son algunos de los rostros de la Diosa.



Madre ciervo. "El lenguaje de la diosa".

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